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Sociedad

Agua, extraña paradoja: desde los Jesuitas hasta hoy

Por José Raúl Tissera, libre pensador independiente.

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Cuando la Orden de Loyola recibió por herencia la estancia que fuera de Juan Nieto a mediados del siglo XVII (circa 1650), con el trabajo de los Comechingones y los esclavos africanos, se dedicaron a evangelizar, y construir otro asentamiento, como los de Jesus María o La Candelaria. Bajo la dirección del coadjutor Bianchi y el Hermano Krauss, nos legaron una señal indeleble que, desde entonces, nos caracteriza en todo el mundo: un TAJAMAR en el centro de la ciudad. Represaron el arroyo de los Paredones (son 3) para que tuvieran suficiente agua los pobladores, sus animales, moviera las piedras del molino cerealero, y regaran quintas y huertas. Gente sabia, emprendedora y visionaria. Con el correr de años, o siglos, Paravachasca fue creciendo, y el pueblo «de la bella cabellera del sauzal» debió recurrir a otro abastecimiento hídrico. Los gobernantes eligieron entonces el río Anisacate, unión de otros dos caudalosos que bajan de las sierras Grandes: el San José y La Suela. E hicieron en la Isla el murallón de la Toma. Y desde allí, por varios kilómetros de escarpadas sierras llegaron con un gran acueducto enterrado hasta «los filtros».

La Alta Gracia, de fama turística, tenía aire saludable para los enfermos de tuberculosis y agua potable sana y suficiente. Por cierto, se tuvieron que hacer las redes urbanas y conexiones domiciliarias. Primero, calles de tierras, y luego, por debajo del asfalto. Pero el pueblo fue creciendo, se hacia una gran urbe, y con ello, las complicaciones ciudadanas. En el Tajamar ya no se hicieron más carreras de motonáutica, y el caño maestro que nos abastecia desde el Anisacate ya muy deteriorado, debió ser reemplazado totalmente. Fue una gran obra, de esto hace unos cuarenta años. Es que nada es para siempre, y las cosas se rompen, o gastan. Los caños también. Y ese apotegma también sucedió con las dos arterias coronarias del Anisacate. Por los cambios climáticos (ecocidio), lluvias torrenciales o largas sequías, desvastadores incendios de pinares, nuevos asentamientos turísticos, pavimentación de la ruta, loteos, urbanizaciones, etc, tanto La Suela, como el San José, han ido perdiendo, o alterado, su caudal cuando hay crecientes, arrastran troncos, animales muertos, basura, cenizas, etc. Y también el entorno. Hasta la pension de los Sosa en San Clemente, ya nos resulta extraña. Es un nuevo pueblo con antenas de Internet y gauchos con celular. El agua la sacan del San José. Obviamente, y este es el quid de la grave y delicada cuestión, que nuestro único proveedor hidrico el Anisacate, recibe las consecuencias. Por las crecientes o sequías, el caudal varía imprevistamente, y las roturas o perdidas del caño maestro afectan a la planta potabilizadora, expuesta a un alea, por esos imponderables de la naturaleza. Caso fortuito o fuerza mayor. Hechos que no han podido preveerse, o que, previstos, no pueden evitarse. Y es ahí cuando el hombre, ya advertido de estos sucesos, debe remediarlos. Dando soluciones de fondo, en tiempo oportuno. Se llama PREVENIR.

Esta dependencia total y absoluta del esquivo Anisacate, cada vez más peligrosa, fue advertida hace unos años, cuando se proyecto hacer un gran dique arriba de la Toma. Ese embalse de agua de los ríos, sería la solución reguladora, ya no solo de Alta Gracia, sino también de los barrios que la van cercando y comunas como La Serranita, Los Aromos, La Bolsa, Anisacate, etc. Porque todas toman del mismo cauce. Ignoro por que no se concretó ese proyecto. Quizás por falta de recursos. O porque la política provincial fue otra, como priorizar Casinos y Salas de Juego. Vale recordar la estrategia de ese gran Gobernador que fue Amadeo Sabbattini: «Agua para el Norte, Caminos para el Sur, y Escuelas para toda la Provincia». De manera que así  estamos hoy. Es lo que tenemos. El largo recorrido del agua en 3 siglos. Entonces y a propósito del epigrafe. Quizas sea oportuno que el Gobierno Municipal haga un justiciero y merecido acto reivindicativo, con los Jesuitas, que fueron expulsados de nuestra Estancia y nos legaron un Patrimonio Mundial de la Humanidad. Mas allá de que el Papa Francisco sea Jesuita. Ellos, y gente sabia, emprendedora, y capacitada, nos hacen falta para afrontar este desafio VITAL que no admite más esperas o demoras… Sin agua no hay vida.

Por José Raúl Tissera, libre pensador independiente.

Proxima entrega: Nuestras sugerencias.

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