Si de violencia hacia la mujer hablamos (simbólica o no), a diario estamos frente a situaciones que pasan desapercibidas ante nuestros ojos. Hoy el foco está puesto en las declaraciones de Agustín Saieg, director de Participación Ciudadana de Alta Gracia, en contra de la edil opositora Lucía Allende. En un cruce de declaraciones radiales con el padre de la concejal, Omar Allende, Saieg expresó: «Lo único que hizo Omar fue acomodar a su hija en el Concejo Deliberante».
«Acomodar», como si la mujer fuera un objeto que se colocó en un lugar, en este caso dentro del recinto del Concejo Deliberante. Con ese verbo Saieg invisibilizó el trabajo que Lucía Allende realizó y realiza como concejal (teniendo en cuenta que a ella la votó la gente), como política, como militante pero sobre todo como persona.
Lo que sorprende es que con una Ley Micaela que obliga a la capacitación en la temática de género a todas las personas que integran los tres poderes del Estado, a la cual Alta Gracia adhirió, surjan comentarios de este tipo. Sumado a eso, la visibilización de la lucha por lograr la igualdad de género y por terminar con la violencia hacia la mujer y con una Subsecretaría de Género y un equipo como lo es Área Familia comprometido 100 % a proteger a la mujer, niños, niñas y adolescentes de la violencia de género.
Aquí el punto de análisis no debe estar puesto en la discusión entre dos personas de distintos colores políticos, sino en la naturalidad con la que se habla de la mujer, se la desvaloriza, se la descalifica cualquiera sea su nombre o sus ideologías. Así como también en la naturalidad con la que hablamos de que las personas se «acomodan» en política, indistinto sea su género.