Otra más de COSAG: cloacas desbordadas, casas inundadas y un silencio que huele a podredumbre
En Alta Gracia la postal se repite: promesas políticas, fotos oportunistas y, detrás de todo, vecinos que pagan las consecuencias de la inoperancia.
Mientras algunos posan sonrientes frente a una vieja cisterna refuncionalizada —como si con eso se solucionaran décadas de abandono—, en barrio Liniers la familia de Ivana Cortés e Hilda López vio cómo las cloacas rebalsaban y arruinaban su casa. Perdieron pertenencias, conviven con una persona de más de 80 años y, como siempre, la respuesta oficial es el silencio.
¿Cuántas veces más habrá que contar la misma historia para que alguien se haga cargo?
La impunidad de COSAG
La Cooperativa de Obras Sanitarias de Alta Gracia (COSAG) acumula años de gestión marcada por promesas de expansión, discursos de modernización y una realidad que golpea a los vecinos: cloacas colapsadas, cortes eternos, baja presión y cero planificación.
Alta Gracia crece a pasos agigantados, pero la cooperativa se mantiene estancada, incapaz de responder a la demanda de una ciudad que ya no es la misma de hace décadas. Mientras tanto, se consolida un esquema de poder enquistado, intocable, como si el agua y las cloacas fueran un feudo privado en lugar de un servicio público esencial.
El municipio, entre multas y promesas vacías
El intendente Marcos Torres anunció un expediente y una multa millonaria contra COSAG por incumplimientos. ¿Será realmente un punto de inflexión o solo otra puesta en escena? Porque mientras se anuncian sanciones, los vecinos siguen inundándose con cloacas y llenando bidones para poder cocinar o bañarse.
La pregunta es inevitable: ¿hasta cuándo vamos a tolerar que las autoridades municipales miren para otro lado mientras la cooperativa se hunde en su propia mediocridad?
El derecho al agua no se negocia
Lo que ocurre en Alta Gracia no es solo una falla de gestión: es una amenaza directa al derecho humano más básico. El agua potable no puede ser un lujo, ni un privilegio. No puede depender del capricho de una cooperativa que se aferra a viejas prácticas, sin rumbo ni planificación, mientras la ciudad se expande y la demanda crece.
Los vecinos ya no quieren más fotos con cisternas viejas ni promesas en sesiones legislativas. Quieren agua. Quieren cloacas que funcionen. Quieren vivir sin miedo a que su casa se inunde con desechos.
La continuidad de esta gestión en COSAG es insostenible. Se convirtió en un lastre que arrastra a la ciudad a una crisis anunciada. Y el intendente Torres tiene que decidir de qué lado está: del de los vecinos o del de una cooperativa que ya demostró que no puede, no quiere y no sabe dar soluciones.
Porque Alta Gracia crece, pero su agua y cloacas siguen estancadas en el pasado. Y lo que huele mal ya no son solo las cloacas: es la complicidad de quienes permiten que esto siga pasando.